Jesús vino a este mundo a sanar.
A algunas personas, las sanó fisicamente por medio de milagros, y también, las sanó espiritualmente:
"Jesús los oyó y les contestó: —Los que necesitan al médico son los enfermos, no los sanos. Y yo vine a invitar a los pecadores para que regresen a Dios, no a los que se creen buenos"
Marcos 2:17
En el tiempo que Jesús vino a esta tierra, no existía un sistema sanitario cómo el que conocemos ahora; las personas, morían jóvenes, ya que la medicina era inexistente, precaria, a base de ungüentos, aceites y poco más.
Cosas tan sencillas en la actualidad como mejorar la miopía con unas lentes, en el primer siglo: ¡no tenía solución!, y los que se dedicaban a curar, lo hacían con pocos medios y escaso éxito, además, cobraban a los que requerían sus servicios.
La gente se admiraba cuándo vino Jesús, y sanaba con solo tocar, a veces, incluso, ¡SOLO con Sus palabras! y otras veces -a distancia- o con cosas tan sencillas como barro y saliva, en el caso del ciego de nacimiento y siempre, de manera totalmente gratuita.
Jesús no pretendía que creyesen en Él por Sus milagros, pero evidentemente, fue la manera de que algunos se acercasen a él y tuvieran ocasión de escuchar Sus enseñanzas, y llegar a ser salvos.
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