Quejas...

Es difícil que pase un día sin escuchar cientos de quejas... Desde la subida de precios, a los atascos que retrasan nuestros planes, pasando por esas dolencias o enfermedades que nos causan dolor físico o emocional. Quejas de nuestros hijos que no tienen la libertad que tanto anhelan, o el disgusto de los mayores por la falta de independencia que tanto añoran al sentirse mermados en sus fuerzas...

La queja en cierto modo es un desahogo, una manera de sacar fuera nuestra incomodidad ante lo que no nos gusta, pero lo malo, es cuando la queja se vuelve costumbre y se convierte en un hábito, ya que nos hace instalarnos en la amargura...

"Me quejaba, y desmayaba mi espíritu"
Salmos 77:3

La queja, no solo nos perjudica a nosotros, también a los que nos rodean: todos, tendemos a huir de la persona quejicosa... porque nos carga y contagia su pésimo estado de ánimo...

Os reto a durante un día "monitorizar" vuestras conversaciones y ser conscientes de las quejas que expresáis, haciendo un posterior diagnóstico buscando soluciones, ya que tenemos la tenencia a quedarnos estancados en la queja, y no intentamos solucionar definitivamente el problema de  origen que la produce, si es que estuviera en nuestra mano...

Una vez más debemos recordar nuestro recurso de la oración; exponer a Dios lo que nos pasa, hará que nos sintamos mejor, y pedir sabiduría para atajar el problema que nos hace quejarnos, nos asegura su resolución.

Tampoco está de más poner en tela de juicio cual es nuestra actitud frente a lo que nos produce la queja, por ejemplo: ¿nos resulta injusto el trato que recibimos de alguna persona? pues en vez de quejarnos, es mejor mirar la actitud de nuestro corazón, porque si es del agrado de Dios, no está en nuestra mano la solución sino en la otra persona, así que:¡no nos cansemos de orar para que Dios toque su corazón y se revele en su conciencia!

Miramos al cielo, pidiendo ayuda en vez de quejarnos tanto...



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