Y es que, no podemos remediar hacernos -"castillitos en la cabeza"-: desde los más románticos-, que esperan ese mensaje de la persona por la que suspiran, a los que creen, que su jefe les ascenderá en el trabajo, -por méritos y "justicia"-, e incluso los que confían en el líder de su partido político favorito, cuando les asegura que si gana-, cumplirá el 100% de sus promesas electorales...
"No será bendecido el ser humano que confía en su semejante;
el que se apoya en otros seres humanos
mientras se aparta del SEÑOR.
Jeremías 17:5
Y es que confiar en lo que nos gustaría que hicieran los que nos rodean, no suele coincidir con lo que hacen, por lo que apoyarnos en los demás en primera instancia, en vez de hacerlo en Dios, nos va a llevar a más de una decepción...
La adolescencia es la época dorada de la confianza en los amigos, más que en cualquier otro "ser" (padres, Dios...etc), y todos podemos recordar que más de una vez hemos "salido escaldados", cuándo nuestros amigos no han respondido como esperábamos, e incluso nos han dejado "tirados", cuando más los necesitamos... pero con el paso de los años, seguimos confiando más en el ser humano que en Dios, sobre todo cuando nos surge un contratiempo, e intentamos "echar mano", de ese amigo, o conocido que nos saque las "castañas del fuego"... y es que : ¡no aprendemos!, y seguimos poniendo nuestra confianza y creando expectativas en el ser humano.
Os dejo un versículo facilito para memorizar, que tal vez nos ayude a todos a tener menos expectativas...
Es mejor refugiarse en el SEÑOR que confiar en príncipes.
Salmos 118.9
¿En quién tienes puesta tu confianza?
Miramos al cielo pidiendo discernimiento...
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