“No temas a la muerte,y no temerás a la vida”.Epicuro
Artículo / Reflexión
No estaría de más que en los colegios hubiera una #asignatura que nos preparase para la #muerte.
No estaría de más que en los colegios hubiera una #asignatura que nos preparase para la #muerte.
Parece un poquito “macabro” plantear algo así, pero creo que sería bastante más útil que dedicar tiempo a las raíces cuadradas, o al sintagma nominal, incluso, a la sucesión de los Borbones y los Austrias...
Ver la muerte como parte de la vida, es algo obvio pero: ¡no queremos oír nada sobre este tema!; como si hablando de ello, nos fuésemos a “contagiar” y por eso nos aislamos y protegemos, pero es tan absurdo como querer tapar el sol con un dedo mientras guiñamos un ojo, porque lo queramos o no, -la muerte nos espera a todos- y es la única certeza que #seguro, se va a dar en la vida, junto con el nacimiento, (de eso, si hablamos y existe una muy amplia bibliografía al respecto...)
A medida que avanzamos en conocimientos científicos y tecnológicos en occidente, caminamos hacia atrás respecto a que la muerte sea un tema del que hablemos o enseñemos sin remilgos.
Hace apenas unos años, a principios del siglo XX, era extraño que muchas familias no perdiesen alguno de sus hijos; enfermedades, que en la actualidad se curan con facilidad, diezmaban la población y la falta de higiene o prevención, se encargaban de llevarse a niños, y jóvenes como algo cotidiano y no había más remedio que resignarse, y a las familias, les tocaba acoger en sus casas a los fallecidos de manera obligatoria y #natural: ¡hasta se contrataban a plañideras que lloraran por la pérdida del que se había ido, sin ningún pudor!
En el moderno siglo XXI, no queremos oír hablar de la muerte, e intentamos alejarnos cuanto podemos de los hospitales, y contratamos los servicios de un tanatorio para amortiguar la pérdida a las familias de sus seres queridos, alejando el dolor de nuestras casas y nuestra cotidianidad, rodeando esas últimas horas, de la mayor “profilaxis” anti-contagio...
La muerte, implica separación del ser querido, habitualmente tras una enfermedad, accidente o simplemente por “ley de vida”, (la muerte, como la última consecuencia de la vida), pero es sin duda, uno de los momentos -más duros para un ser humano-, por lo tanto: ¿no sería mejor enfrentarnos a ese momento lo mejor "preparados” posible?
Nos preparamos para ser mejores profesionales, para correr un maratón, para poder conducir un coche... pero no estamos -entrenados-, ni para morir, ni para soportar el impacto de la muerte de nuestros seres queridos...
Existen culturas en nuestro mundo con otra concepción sobre la muerte, que en parte, viene dado por el concepto que tienen sobre la vida, considerándola, -un simple paso por este mundo- creyendo, que la persona “evoluciona” cuando muere, y -sin duda- influenciados por las religiones orientales, en las que creen que regresarán para vivir de nuevo, otra vida como seres humanos o incluso como otro “ser vivo”
Es paradójico que en occidente, -tan influido por nuestra cultura judeocristiana-, temamos tanto a la muerte y convirtamos en “tabú” esta etapa de la vida, cuando nuestra esperanza, es la vida eterna tras el paso por esta tierra.
La medicina actual es capaz de alargar la vida de manera absolutamente asombrosa, y es común ver cómo personas en un estado físico lamentable tras una enfermedad o un accidente “mortal”, salen adelante y continúan viviendo o al menos respirando aunque sea ayudados por máquinas, alargando así su vida, o al menos su “hálito de vida”, prisioneros y enraizados en situaciones tremendamente crueles para los enfermos y sus familias apurando y retrasando hasta el último minuto, la -separación- tarde o temprano,
-inevitable- en ciertos casos...
Tal vez no solo en el colegio; en casa y en nuestras iglesias, se debería hablar más de la muerte, para aprender y prepararnos más para cuando llegue ese momento y a tener una
-ética-, no solo de la vida, sino también de la muerte.
Huimos del dolor, nos negamos a sufrir, e intentamos que nuestros niños no tengan que enfrentarse a -lo “único que no tiene solución”-; ¡no sabemos explicárselo!, y no nos damos cuenta que posiblemente ellos lo asumirían con naturalidad, si no acudiésemos a
-mentiras-, que nos ayudan a “excusar la ausencia” de los que fallecen cómo las más recurrentes: -está de viaje-, o -está dormido...-, y que lejos de aliviar, hacen que se sientan abandonados, o con temores de dormirse durante muchísimo rato...
Tratar el tema de la muerte con naturalidad, puede ayudarnos a vivir mejor, a aprovechar cada instante, a decir a los que queremos cuanto les queremos, a disfrutar de los que tanto amamos y -tenemos el privilegio de ser correspondidos-, y sobre todo, para no lamentarnos de lo que se nos quedó sin decir y sin hacer...
La muerte es sigilosa y puede sorprendernos cuando menos lo esperamos, por lo que debemos -adelantarnos- a ella y no debemos sentir que nos arrebata y que lo que consideramos es -nuestro y eterno-, cuando la realidad, es que la vida es un -don-; un regalo precioso del que debemos disfrutar, aprovechar, y hasta exprimir, sin miedos y con intensidad.
Los que creemos en una vida eterna, exenta de dolor físico, preocupaciones, añoranzas y estrecheces de cualquier tipo, debemos afrontar la muerte con esperanza a pesar del profundo dolor que implica la separación, sabiendo que es esto, lo que nos espera en el cielo:
«Aquí es donde Dios vive con su pueblo. Dios vivirá con ellos,
y ellos serán suyos para siempre. En efecto, Dios mismo será Su único Dios. Él secará sus lágrimas, y no morirán jamás.
Tampoco volverán a llorar, ni a lamentarse, ni sentirán ningún dolor, porque lo que antes existía ha dejado de existir.»
Apocalípsis 21:3-4
Pensaréis que es fácil escribir sobre la MUERTE, lo difícil, es ¡practicar la teoría!, ya que en el colegio, no tuvimos la asignatura de -aprender a morir-, ni en casa nos enseñaron a: -“sigue viviendo sin ellos...-, así que, está, es “nuestra asignatura pendiente”, que tendremos que ir aprendiendo a fuerza de ausencias, y afianzándonos cada día más en las Promesas de la Palabra de Dios, mientras, miramos al cielo...
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