Romanos IV, capítulo 8: ¡Mi favorito!


Veíamos ayer la "flojedad" del ser humano en el capítulo 7 de la Carta a los Romanos, donde el "gran Apóstol Pablo", reconocía su incapacidad para no pecar, haciendo lo malo que no quería hacer... (eso nos suena a much@s...), Pablo hace una perfecta radiografía de las contradicciones del ser humano, pero ¡gracias a Dios, que después del capítulo 7, llega el 8!: ¡CUMBRE de la carta a los Romanos! lleno de ESPERANZA:

"Por lo tanto, los que vivimos unidos a Jesucristo no seremos castigados. Ahora, por estar unidos a él, el Espíritu Santo nos controla y nos da vida, y nos ha librado del pecado y de la muerte."

Romanos 8:1-2

y la clave está en los versículo 14 y 15:

"Todos los que viven en obediencia al Espíritu de Dios, son hijos de Dios.  Porque el Espíritu que Dios nos ha dado no nos esclaviza ni nos hace tener miedo. Por el contrario, el Espíritu nos convierte en hijos de Dios y nos permite llamar a Dios: «¡Padre!»"

Gracias a la obra de Jesús en la cruz a nuestro favor, conseguimos restablecer la RELACIÓN con Dios, ¡una relación de FAMILIA!

La ira de Dios, por nuestra desobediencia, es calmada por Su justicia, repleta de amor por nosotros y, cubierta por Su GRACIA, que nos llega y ¡nos justifica! 

Termina el capítulo 8, con esas preguntas retóricas, y sus respuestas que nos llenan de paz y confianza:

"¿Quién puede acusar de algo malo a los que Dios ha elegido? ¡Si Dios mismo los ha declarado inocentes! ¿Puede alguien castigarlos? ¡De ninguna manera, pues Jesucristo murió por ellos! Es más, Jesucristo resucitó, y ahora está a la derecha de Dios, rogando por nosotros. ¿Quién podrá separarnos del amor de Jesucristo? Nada ni nadie. Ni los problemas, ni los sufrimientos, ni las dificultades. Tampoco podrán hacerlo el hambre ni el frío, ni los peligros ni la muerte.

En medio de todos nuestros problemas, estamos seguros de que Jesucristo, quien nos amó, nos dará la victoria total. Yo estoy seguro de que nada podrá separarnos del amor de Dios: ni la vida ni la muerte, ni los ángeles ni los espíritus, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes del cielo ni los del infierno, ni nada de lo creado por Dios. ¡Nada, absolutamente nada, podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado por medio de nuestro Señor Jesucristo!"

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