Batallas...

¿En que batalla estás...?

¡Siempre, estamos batallando!; ¡Siempre! A veces con alguien, y SIEMPRE con nosotros mismos... Cuándo no es con la salud, es con los miedos, o la tristeza, o el peso corporal, o la soledad, o la insatisfacción, o...

¡Ha llegado la hora del reposo; de descansar! Pero: ¿cómo?, Tenemos tantas amenazas cada día a los que tenemos que enfrentarnos, que estamos acostumbrados a levantarnos, y ponernos una "armadura", protegernos con una "coraza", y tomar una "lanza", antes de salir de nuestro dormitorio, porque, -seguro-, nos espera un día duro...

¿Pero por qué no cambiamos tanta protección por ALGO mas -relajante-?

Los que creemos en Dios, deberíamos aprender a lidiar con las batallas de manera diferente... Disponemos de "armas", que nos protegen, y que en muchas ocasiones, no utilizamos, luchando en nuestras fuerzas, y ¡claro!, nos desgastamos como el resto de las personas que no conocen estos excelentes recursos.

Efésios 6: 16-18, nos habla de la "Armadura del Cristiano":
"Que vuestra confianza en Dios os proteja como un escudo, y apague las flechas encendidas que arroja el diablo. Que la salvación os proteja como un casco, y que os defienda la palabra de Dios, que es la espada del Espíritu Santo.No os olvidéis de orar. Y siempre que oréis a Dios, dejad que os dirija el Espíritu Santo..." 

¡Esta es la armadura que nos debemos poner cada día ante cualquier batalla que se nos presente!

Deberíamos CONFIAR, ORAR, y contar con la ayuda del ESPÍRITU SANTO en las grandes y en las pequeñas batallas!; solo así, podremos relajarnos: ¡descansar!, ante lo que nos espere cada día.

Miramos al cielo vestidos con la armadura de la fe.



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