Algunos que os acercáis a estos post y me conocéis personalmente, no soy de poner sal en las heridas, aunque hay algunas que me escuecen especialmente...
Una práctica habitual en algunas iglesias es "utilizar" a personas, valiéndose de sus dones y talentos, y esto a primera vista, no es malo (aunque la frase pueda incomodar o ser mal-interpretada..)
Dios nos ha dado dones y talentos a cada uno, y parte de nuestra misión, consiste en ponerlos a Su servicio y que la iglesia pueda beneficiarse de estos privilegios, pero tenemos que cuidar con delicadeza la manera de "usarlos", ya que solo fijarnos en "el servicio prestado", y no en la persona que hay detrás, puede hacer mucho daño.
¿Por qué dejamos de SERVIR en la iglesia?
Mi experiencia de más de cuarenta años me dice que puede haber varias razones:
-Agotamiento (ceñirse a un trabajo que en ocasiones se convierte en rutina y no es valorado).
-Desánimo porque se da por hecho que es -tu obligación-
-Interés por hacer otras cosas en la iglesia, -tal vez, con más visibilidad- y no encontrar el hueco, (lo queramos o no, trabajar en la sombra, aunque sea para el Señor, nos quita ese "reconocimiento humano", que aunque no queramos reconocerlo, toda persona necesita...).
-No tener claro para QUIÉN se trabaja, mirando solo a las personas, en vez de mirar al Señor, -que por cierto, es un excelente PAGADOR de todo lo que hacemos-; puede ser por falta de madurez o "exceso de juventud..."
Seguro que hay más razones, (y que te agradecería que mencionaras alguna otra), pero ahora quiero ponerme del otro lado: de los "equipos o ministerios" que se quedan sin la persona que ha estado trabajando dejando "vacante" su plaza...
Es habitual escuchar la necesidad de profesor@s para los niños en la Escuela Dominical, de personas que se dediquen a dar la bienvenida los domingos y acomodar en los sitios libres de la iglesia. "Falta personal" que se dedique a la limpieza del local, a montar y reparar el equipo de sonido, luces, página web... etc, por lo que la "perdida de un voluntario", suele ser un -contratiempo- que en ocasiones produce rechazo por la persona que se ha lanzado del barco, y ha dejado a la deriva la nave...
¿Qué tal si en vez de recelar por "la deserción de los voluntarios de algún ministerio", no tenemos una conversación sincera con él o ella para que exponga sus razones? ¿Por qué no apreciamos, animamos y valoramos a las personas mientras están ejerciendo cualquier ministerio fielmente?
Quizás en tu iglesia esto se esté haciendo bien (o muy bien...), así que esto, no va para ti... pero yo estoy especialmente dolida porque no se está haciendo así en mi entorno, y aunque siga perdiendo "amig@s", no puedo callar este clamor.
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