¡Os reto a ducharos con una sola mano y un pie en alto!

Parece un “juego peligroso…”, pero me ha inspirado a pensar en la iglesia como cuerpo y en lo mal que nos apañamos cuando perdemos un “miembro“…

¡No podemos no resentirnos y cuando lo perdemos! (por diferentes circunstancias), toca agradecer su trabajo para “el cuerpo” y dolernos por su ausencia…

Os animo a pensar en alguna parte “del cuerpo” que nos ha dejado y mandarle un mensajito de agradecimiento por lo que hizo por la iglesia y por nosotros y pedir al Señor que nos traiga más siervos fieles para Su gloria y nuestra bendición como CUERPO.

Tened buen día.


 

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